El agua es un nutriente esencial, aunque muchas veces queda en segundo plano al hablar de la alimentación en adultos mayores. Pero resulta que mantenerse correctamente hidratado es tan importante como comer bien, sobre todo para las personas de la tercera edad.
Con los años, la sensación de sed disminuye, lo que puede llevar a no tomar suficiente líquido. Y la hidratación adecuada favorece la digestión, la circulación y la salud cognitiva. Además, el agua es clave para mantener la energía, la temperatura corporal y evitar infecciones urinarias frecuentes.
Hay diferentes indicadores de mala hidratación. Por un lado, la boca seca, la piel apagada, la fatiga y/o la somnolencia pueden estar señalando que la persona no está bebiendo la cantidad suficiente de agua. Además, se pueden presentar cuadros de confusión, dolor de cabeza o mareos leves.
En el baño se debe prestar atención a la cantidad y concentración de la orina, además de a cuadros de estreñimiento. Adicionalmente, se pueden dar calambres frecuentes.
Como estos síntomas pueden confundirse con otros problemas de salud, la observación diaria de los acompañantes o cuidadores es clave.
¿Cuánta agua necesita un adulto mayor por día?
La indicación médica establece que, a nivel general, se deben ingerir entre 1.5 y 2 litros de agua diarios, aunque esta cantidad puede variar según el peso, enfermedades o temperatura ambiente.
Si bien el agua pura siempre es la mejor opción, también se pueden obtener beneficios al consumir caldos, infusiones suaves, jugos naturales diluidos y frutas o verduras con alto contenido de agua como sandía, naranja, tomate o pepino.
Lo que no es recomendable es tomar bebidas con cafeína en exceso, gaseosas o jugos industriales con mucho azúcar, ni alcohol. Estas bebidas pueden parecer refrescantes, pero no hidratan correctamente y a veces —incluso— aumentan la pérdida de líquidos.
¿Cómo puede ayudar el cuidador en la hidratación?
De diversas maneras:
- Ofreciendo agua o líquidos a lo largo del día, no solo esperando a que la persona tenga sed.
- Supervisando la cantidad ingerida de forma sutil, sin presión.
- Adaptando las bebidas a los gustos de la persona para fomentar el hábito.
- Consultando con profesionales si hay enfermedades renales, cardíacas o restricciones.
Para facilitar el hábito de beber agua, siempre es bueno contar con un vaso o botella a la vista; incorporar infusiones frías o caldos livianos entre comidas, usar sorbetes o vasos con agarre fácil si hay dificultades para sostenerlos y aprovechar las comidas para sumar líquidos (gelatinas, sopas, frutas).
Diversos estudios comprueban que la deshidratación leve puede afectar la memoria, el ánimo y la movilidad. Las personas mayores correctamente hidratadas tienen menos internaciones y mejor recuperación ante enfermedades, por lo que cuidar este aspecto reduce el riesgo de caídas y confusión mental, volviéndose un hábito saludable y favorable para cualquier adulto.



